Lisboa (I): Puente 25 de Abril, Cristo Rei y Fado.

Jueves 24 de Marzo de 2016


La noche del día anterior a comenzar el viaje habíamos dormido en Madrid, nos separaban poco mas de 600 km y algo mas de seis horas de carretera para llegar a Lisboa que nos tomamos con calma. A pesar de ser un día festivo de Semana Santa y de esperarnos un tráfico infernal a la salida de Madrid, los atascos no resultaron ser demasiado grandes y el viaje no se hizo muy largo (el regreso fue mucho peor). 

Tratamos de pasar las siguientes horas disfrutando del trayecto, del paisaje que nos íbamos encontrando, de  los campos verdes extremeños y casi sin darnos cuenta, a media tarde, nos acercábamos a Lisboa por segunda vez...


Había recibido varias llamadas de Joao (el propietario del apartamento en el que nos íbamos a alojar durante los siguientes días) para interesarse por nuestra hora de llegada. Acordamos que cuando entrásemos en la ciudad le avisaría para que se acercase al alojamiento para recibirnos, pero al llegar a Lisboa decidimos esperar un poco más. Esa primera tarde, antes de instalarnos, aún teníamos algo pendiente por hacer...


Cuando empecé a preparar esta segunda visita a Lisboa (estuvimos en la ciudad por primera vez en el año 2009) y a decidir que lugares visitaríamos no me podía creer que un lugar tan bonito e importante en la ciudad como el Mirador del Cristo Rei lo hubiésemos pasado por alto en nuestro primer viaje.


Estaba claro que ese primer día, ese primer atardecer, lo pasaríamos desde ese Mirador viendo caer el Sol sobre el Puente 25 de Abril...





Además de contemplar las vistas desde la base de la estatua, también es posible acceder a la parte superior del Cristo Rei donde se ubica un mirador. Nosotros no lo hicimos.


Poco antes de que terminase de esconderse el Sol nos avisaron de que teníamos que retirar el coche del parking donde lo teníamos estacionado, era la hora de cierre  y la parte baja de la estatua también tenía que ser desalojada. Fue una pena no poder quedarnos hasta el anochecer porque las vistas desde allí eran espectaculares. Quizás las mas bonitas de la ciudad.

Unos veinte minutos nos separaban de nuestro apartamento en la Alfama, y mientras cruzábamos el Puente 25 de Abril en el coche yo avisaba a Joao de nuestra llegada. Acordamos vernos en el Museo del Fado, a solo 5 minutos a pie del alojamiento para que él nos indicase después el camino a pie hasta la Petite Maison por las callejuelas de la Alfama.


Uno de los problemas de alojarnos en un barrio como éste era encontrar sitio de aparcamiento para nuestro coche y, después de intentarlo durante unos minutos, decidimos dejarlo en doble fila mientras esperábamos.


El trato de Joao fue perfecto desde el principio e incluso se preocupó de retirar su coche de una plaza para que pudiésemos dejar el nuestro y de ayudarnos con nuestro equipaje hasta el apartamento que, como ya conté en el anterior post, nos encantó. 





Después de instalarnos salimos a cenar. Tanto en nuestra primera visita a Lisboa como en nuestra visita de 2014 a Oporto habíamos intentado acudir en algún momento a un local de fado y, por un motivo u otro, al final nunca lo habíamos logrado. En esta ocasión no buscábamos nada concreto, realmente estábamos bastante cansados del viaje y queríamos encontrar algo rápido, cercano al apartamento y que nos permitiese llegar caminando. 

Casi por casualidad, topamos con el Alfama Grill, un restaurante con actuaciones de Fado en directo y sin pensarlo terminamos esa primera noche en Lisboa cenando allí; bacalao, lasaña y un plato de entrantes típicos para compartir. 


Fue la cena mas cara de todo el viaje pero a pesar de eso mereció la pena. Por fin, en nuestra tercera visita a Portugal, habíamos conseguido escuchar una actuación en directo del género musical mas importante del país. 


Cansados nos fuimos a dormir, o eso creíamos, la noche que teníamos por delante no nos la podíamos ni imaginar. 

UNA NOCHE PARA OLVIDAR

   A las dos de la madrugada el sonido del televisor (a todo volumen) de la vecina del piso de arriba comenzó a sonar, y no dejó de hacerlo durante las siguientes horas. Según nos había comentado Joao a nuestra llegada la noche anterior, la vecina en cuestión era una anciana con la que (nos dijo) no íbamos a tener ningún problema. Ja!

   Las paredes del apartamento eran las de una casa antigua donde los sonidos las atravesaban como si fuesen papel. A las tres aún no nos habíamos conseguido dormir y la televisión seguía a todo volumen. Miguel Ángel decidió entonces subir en dos ocasiones al piso de arriba para avisar a nuestra ruidosa vecina que no contestó a las llamadas y siguió sin bajar el volumen.

   A las cinco ya no sabíamos que hacer y decidimos llamar a Joao. No contestó al teléfono. Entonces empecé a arrepentirme de haber reservado un apartamento. Era la primera vez que lo hacía en mucho tiempo y según pasaban las horas tenía mas claro que no había sido buena idea. Si hubiésemos estado en un hotel la solución hubiese sido tan fácil como bajar a la recepción y pedir que nos cambiasen de habitación, pero aquí no era posible... Y a esas horas ya no sabíamos que hacer...

   A las seis decidimos abrir el sofá cama y dormir en el salón. Los ruidos continuaban escuchándose aunque algo menos desde allí... Y conseguimos dormirnos por fin...

   A las nueve sonó el despertador. Teníamos por delante el día mas esperado del viaje, nos íbamos a Sintra sin apenas haber descansado.



  
   
        
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