Visitar Stonehenge.

Jueves 8 de Diciembre de 2016

El último día de este viaje por el Sur de Inglaterra lo comenzamos, como de costumbre, desayunando en el bufé libre del hotel de Salisbury en el que habíamos pasado la última noche del viaje.

El objetivo del día era visitar Stonehenge antes de ponernos en ruta hasta el Aeropuerto de Bristol, desde donde despegaría nuestro vuelo a las cuatro de la tarde.

Stonehenge

 Habíamos pensado reservar la visita a Stonehenge a través de su web, pero haciendo un seguimiento de las horas disponibles durante los días anteriores al viaje, me di cuenta de que los grupos no se llenaban ningún día y siempre quedaban entradas disponibles.

Fue por eso por lo que fuimos sin la reserva hecha previamente, para no "obligarnos" a tener que estar allí a una hora concreta y tener cierta disponibilidad por si el tiempo no acompañaba y comenzaba a llover. Supongo que el hecho de que viajásemos en temporada baja nos permitió visitar el monumento sin realizar la reserva previa. Si viajáis en temporada alta, no lo dudéis y reservad.


También mientras preparábamos el viaje, barajamos la opción de realizar una visita privada al monumento, en la que se accedía al mismo en grupos reducidos y te permitían caminar por el interior de las piedras.

Llegamos incluso a mandar una solicitud para realizar esta visita privada desde esta página, indicamos las horas que nos interesaban (las primeras de la mañana) y unos días después recibimos un mail confirmándonos la visita e indicándonos la forma de pago.

La única forma de pago para esta visita era haciendo una transferencia a un número de cuenta que nos indicaron en el mail de confirmación. Si la visita privada ya era cara de por sí (31,80 libras por persona), aún nos lo pareció mas cuando el banco nos dijo la comisión que nos iba a cobrar por hacer una transferencia a Reino Unido.

Al final optamos por dejarlo pasar y conformarnos con realizar la visita normal, que tiene un precio de 16,50 libras, y dado el día nublado y ventoso que tuvimos creo que no nos equivocamos. 

Llegamos a Stonehenge sobre las diez de la mañana y comenzamos la visita por el Museo que hay instalado junto al centro de visitantes. Vimos varias grabaciones y vídeos sobre la historia del lugar, recorrimos la exposición, visitamos una viviendas neolíticas que han recreado junto al centro de visitantes, y poco después, nos subimos a un bus que en cinco minutos nos dejó a unos pasos del famoso monumento megalítico de Stonehenge.



Junto al monumento hay varios senderos que lo rodean y que se pueden recorrer para observarlo desde diferentes ángulos. Aún observándolo desde cierta distancia, no podíamos dejar de sentir que aquel lugar tenía una energía especial. 

Las piedras se levantaban en medio de un campo verde lleno de ovejas que pastaban por todas partes. El paisaje con buen tiempo aún tiene que ser mas especial, y sería casi perfecto si no pasase, a tan solo unos metros de allí, una carretera que quitase la magia a todo el conjunto. 



La visita se nos hizo corta, porque además de dar varias vueltas por allí y fotografiar la construcción desde todos los ángulos posibles, poco más pudimos hacer. Tardamos aproximadamente una hora y media en recorrer todo el conjunto, incluyendo el museo, y poco antes de las doce del medio día dejamos Stonehenge para ponernos en ruta hacia el Aeropuerto de Bristol.

Nos marchábamos después de haber hecho realidad un sueño.

El viaje se nos hizo eterno, porque al poco tiempo de dejar Stonehenge empezó a aparecer una niebla densa que lo inundó todo y que hizo que condujésemos bastante tensos todo el trayecto.

Una hora y media mas tarde, estando ya a solo unos metros del aeropuerto, recordamos que habíamos olvidado llenar el depósito de combustible del coche antes de devolverlo. Por suerte teníamos aún tiempo suficiente porque eso hizo que tuviésemos que retroceder unos cuantos kilómetros del camino que ya habíamos hecho buscando una gasolinera. 

Devolvimos nuestro coche de alquiler y nos fuimos a comer mientras esperábamos que abriesen la puerta de embarque. A las cuatro despegábamos en Bristol y dos horas mas tarde aterrizábamos en Madrid aliviados, después de un vuelo que se me hizo eterno, y que me pasé aguantando los golpes y patadas en el respaldo de mi asiento, de un "niño mal educado" al que sus padres eran incapaces de controlar.

Regresábamos de nuestro último viaje de 2016, con la idea ya asumida de que iban a pasar bastantes meses hasta que volviésemos a coger un avión, y sin una fecha definida para nuestro próximo viaje.



  
   
        
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