Islandia (Día 1): De Barcelona a Keflavik; la peor llegada a Islandia.

Viernes 7 de Octubre de 2016

Había llegado el día. Aquel viernes de Octubre iba a ser el primer día de nuestras vacaciones y, a pesar de que llevaba meses deseando que llegase ese momento, yo no estaba del todo entusiasmada con la idea de viajar a Islandia.

En esas fechas estaba realmente cansada y necesitaba unas vacaciones, pero de esas de no hacer nada, de playa y tumbona, de descanso y Sol. De esas que hace años no disfrutamos. Y sabía que en nuestro viaje a Islandia iba a disfrutar de momentos increíbles, pero no iba a conseguir descansar ni un sólo día de los once que íbamos a pasar en ruta.

Para Miguel Ángel en cambio era el día mas esperado del año, había preparado su equipo fotográfico hacía ya algunos días y lo había repasado una vez tras otra con la idea de no olvidar nada. Era un viaje muy especial para él, y yo lo sabía.

Nuestro viaje comenzó a medio día, a más de 400 km de Barcelona, desde donde despegaría nuestro vuelo a Keflavik. Como comenté en el post de los Preparativos de este viaje, elegir El Prat como Aeropuerto de origen no fue una decisión del todo buena. Lo hicimos porque los vuelos desde allí eran directos y porque, obviamente, el precio fue mas que bueno. Aunque si hubiésemos calculado antes el coste total que se nos fue aquel día entre peajes y parking, hubiésemos optado sin duda por volar desde Madrid, donde tenemos casa. 

Llegamos a Barcelona sobre las 8 de la tarde, ya anocheciendo, y tras dejar el coche estacionado en el parking del Aeropuerto, cogimos el bus gratuito que nos llevó hasta la Terminal de El Prat, desde donde despegaría nuestro vuelo tres horas mas tarde.

Ese tiempo poco tuvo de especial, facturamos una única maleta, pasamos los controles de seguridad, cenamos sin muchas prisas y esperamos junto al avión que esa noche nos dejaría en Islandia.



El vuelo fue correcto y pasó en un suspiro entre series y siestas y a la una y media de la madrugada (hora de Islandia) aterrizábamos en Keflavik por fin. 

Teníamos dos objetivos antes de salir del Aeropuerto, el primero era cambiar euros a coronas en alguna casa de cambio. Me había informado de sus horarios de apertura y otros viajeros me habían confirmado que, a pesar de llegar de madrugada, estarían abiertas y no tendríamos problemas para cambiar. Pero fue estando ya en el hotel cuando nos dimos cuenta de que nos habíamos olvidado por completo. 

Nos planteamos volver a la mañana siguiente, pero finalmente optamos por no cambiar dinero. Habíamos leído que todo, absolutamente todo en Islandia podía pagarse con tarjeta, y efectivamente así fue, y en nuestros once días de ruta no necesitamos usar efectivo en ninguna ocasión.

El segundo de nuestros objetivos era recoger nuestro coche de alquiler, un vehículo de gama media que habíamos reservado con Budget y que nos acompañaría durante toda la ruta. Los trámites fueron rápidos, nos ofrecieron varios seguros que rechazamos firmemente (al día siguiente nos arrepentiríamos mil veces de esto) y en solo unos minutos, teníamos en la mano las llaves de nuestro Golf y las instrucciones para buscarlo en medio del gran parking que se encontraba frente al aeropuerto. 


Nuestro coche de alquiler, un Golf. 

Llegaba el momento de "salir" a Islandia, una Islandia que nos recibió con su peor cara, bajo un enorme diluvio y con unos vientos fortísimos y huracanados que hacían que apenas pudiésemos respirar y que habían bajado la sensación térmica a cerca de quince grados bajo cero. Y no exagero.

Mientras a las tres de la madrugada empujaba el carro con el equipaje por el medio del parking del aeropuerto, y poco a poco me iba calando hasta los huesos, juré que no volvería a Islandia. Incluso por un momento, tuve ganas de llorar, de darme la vuelta y de coger el primer vuelo de vuelta a España. 

Aquel clima no podía ser peor, y de hecho al final me di la vuelta y arrastrando el carro conseguí volver a la terminal a resguardarme mientras Miguel Ángel buscaba bajo aquel diluvio nuestro coche de alquiler.

Cuando llegué al coche y metimos el equipaje en el maletero no podíamos parar de temblar de frío. Nos sentíamos como si hubiésemos llegado al mismo Polo Norte, y empapados y completamente congelados, emprendimos una nueva misión; encontrar nuestro hotel.

Sabía que el B&B Keflavik Airport no podía estar muy lejos, a tan solo unos seis kilómetros de distancia que no hubiesen sido mas de diez minutos en coche si aquel diluvio y la escasa iluminación de la zona nos hubiesen dejado ver las carreteras. Para terminar con "nuestra buena suerte" de aquel día, el GPS comenzó a volverse loco y tardamos casi media hora en dar con el hotel.

Aparcamos el coche en una plaza de carga y descarga del B&B, junto a la misma entrada, y le suplicamos al recepcionista del hotel que no nos obligase a salir otra vez al "exterior" a cambiarlo de plaza. Le debimos de dar pena y nos permitió dejarlo estacionado allí hasta la mañana siguiente. De hecho, en aquel momento eran mas de las cuatro de la madrugada y solo íbamos a pasar unas horas en aquel alojamiento que, por suerte, nos sorprendió para bien. 


Habitación en B&B Keflavik Airport

Nos duchamos para entrar en calor, y desde la recepción del hotel nos trajeron sin coste dos cafés bien calientes para que nos los tomásemos antes de dormir. Esparcimos toda nuestra ropa por los radiadores de la habitación para tratar de secarla e intentamos descansar...

Yo no dejaba de pensar en que, si ese tiempo nos iba a perseguir durante todo el viaje, yo me volvía a España antes de lo previsto... Y le decía una y otra vez a Miguel Ángel que haber viajado a Islandia en el mes de octubre no había sido buena idea...

Cuatro horas mas tarde, sonaba el despertador....


  
   
        
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